Hace unos meses murió mi amigo, el artista Alberto Schunk. Ahora, pasado mi duelo íntimo, siento la necesidad de dejar testimonio de su vida y su obra. Formado en Italia y con una carrera activa tanto allí como en Estados Unidos, su regreso al país - ya mayor - lo enfrentó a esa invisibilidad que suele caer sobre quienes no se preocupan por cultivar su propia leyenda. Sin embargo, fue en este periodo de aparente inexistencia donde produjo lo que considero más maduro y valioso de su obra. Trabajó con esa dignidad silenciosa de quien comprende que el verdadero compromiso con la obra está muy lejos de la preocupación por los salones y el reconocimiento. Adjunto su currículo como testimonio objetivo de una trayectoria sólida en el extranjero, pero es en estas obras tardías, creadas al margen de cualquier expectativa de reconocimiento, donde encuentro su verdadero legado artístico.